viernes, 13 de febrero de 2009

GENEALOGIA, AUTOBIOGRAFIA Y GEOGRAFIA: ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIÓN SOBRE UNO MISMO

Texto elaborado por: Mag. Héctor Trejo Chamorro.

1. PUNTO DE PARTIDA

Un buen comienzo de todo proceso investigativo de carácter cualitativo tiene que ver con la construcción de la persona humana. Es decir, con lo que es uno mismo. Para saber de Otros es preciso primero, saber de mi mismo. Es decir, de mi propia historia personal y social. Esta es una forma de contarme y de decir lo que soy, lo que busco, lo que quiero ser. Durante muchos siglos el hombre se ha preguntado sobre quéen es. y son múltiples las respuesta, pero aun faltan las mias. Para ello es necesario comenzar con un proceso que implica primero: invesgar en genealógía, luego se puede pasar a biografía, la autobiografía y geografía humana.

Finalmente y con estos componente cabe la idea de la construcción del proyecto de vida. Sin embargo se puede sistematizar las cuatro experiencias en un solo texto para que no parezcan aspectos sueltos sobre una misma referencia personal.

Recordemos que en todo proceso investigativo el partir de uno mismo requiere de la madurez personal y de actitud académica con que se asuma el estudio. Algunos investigadores cualitativos, esto no lo ven importante, pues prefieren pasar de lleno a la etnografía (ciencia que tiene por objeto el estudio y descripción de las razas o los pueblos), o a los procesos de investigación participativa o empírica analítica.

Veamos el proceso:


1.1 GENEALOGÍA

El proceso de investigación a uno mismo comienza con el Arbol genealógico, luego la autobiografía y si se quiere el aspectos geográfico, biográfico, finalmente la memoria (historia de vida o proyecto de vida)

Para comenzar con la Genealogía debes hacerte las siguientes preguntas:

¿Cómo empiezo a buscar mis orígenes? ¿Cuál es la mejor manera de salir al encuentro de mis antepasados? ¿Hacia dónde dar los primeros pasos?

La construcción de un árbol de antepasados es una tarea interminable porque se van viendo continuamente nuevas ramificaciones. Es una aventura apasionante en la que no importa tanto el objetivo final, sino la seguridad de los pasos que te permiten avanzar por los territorios de la vida de tus ancestros.

No estarás solo en este viaje pues precisamente los encuentros entre personas de un mismo tronco genealógico son una de las satisfacciones que te aportará esta tarea que ahora emprendes. Los mayores archivos de información genealógica se han ido nutriendo, y lo siguen haciendo constantemente, de las aportaciones de particulares que con perseverancia y rigor van descubriendo su pasado familiar.

Por todo ello al comenzar esta aventura es importante tener en cuenta algunos aspectos en relación a la dirección de los pasos a dar y también en relación a la actitud respecto a los datos que vayamos encontrando.

¿Cómo empiezo a buscar mis orígenes? Pasos a seguir en la confección del árbol genealógico familiar

Recopila la información que recuerden los familiares de mayor edad (Nombre, apellidos, lugar de nacimiento y defunción, fechas de nacimiento, bodas, fechas de bautizos, etc.. ) Para ayudarles a traer datos de su memoria te serán muy útiles las fotos más antiguas que se guarden de tu familia y la utilización en esas conversaciones de una grabadora, para poder repasar los datos posteriormente y volver sobre cabos sueltos que te puedan encaminar posteriormente hacia nueva información.

Las tradiciones orales recogen matices de la historia, de costumbres, aficiones e inclinaciones del antepasado a que se refiere. Pero en eso tiene que haber una sinceridad absoluta en las narraciones que deben de ser contrastadas con otras si es posible, pues si así no fuese dejaríamos una huella falsa de nuestra historia pasada en el archivo familiar engañando a nuestros descendientes.

Para hacer una buena genealogía nos debemos proveer de los máximos documentos posibles pues ninguno se debe despreciar y cuantos mas mejor, pasaportes, fotografías, radiografías, licencias de armas, fichas medicas, textos, firmas, idearios políticos, relación de colegios, estudios, medallas, deportes, carnet de sociedades, domicilios, etc, etc,.

En la actualidad, además de con los miembros de nuestra familia, tenemos la posibilidad de ponernos en contacto a través de Internet, con personas de nuestro apellido que estén realizando investigaciones genealógicas, con las que podremos intercambiar los datos obtenidos. Te recomendamos a este efecto los Foros Genealogía en Ciudad Futura.

A partir de los datos de estos primeros antepasados conocidos ya podemos empezar a buscar información en archivos y registros públicos. Por ejemplo con los datos de bautismo, bodas o funerales podemos acudir a los registros parroquiales, en cuyos archivos a su vez podemos ampliar nuestra información buscando más documentos relativos a nuestros familiares. Principalmente en los archivos parroquiales encontraremos:

Libros de Bautismo

De Confirmación.

De Matrimonio

De Defunción

De Velados

De padrones de feligresía para controlar el cumplimiento de los sacramentos (De Confesión, De Comunión, De Pago de Bulas)

De testamentos ante notario Apostólico.

Otras fuentes importantes de datos pueden ser el registro civil y los archivos generales de las ciudades. Variarán según los sitios pero por regla general, desde la antigüedad se vienen haciendo recuentos nominales de población, diferentes tipos de censos, como por ejemplo los llamados "apeos de fuegos" encaminados al cobro de impuestos.

Y una tercera vía para conseguir valiosa información es acudir a los archivos de protocolos notariales. Son el reflejo de la actividad social de toda una sociedad. Poder acceder a los testamentos o los documentos de los antiguos escribanos nos permite no solamente saber de las propiedades y bienes de nuestros antepasados, sino de su personalidad y la cualidad de las relaciones y afectos con otros miembros de la familia.

A continuación nombramos algunos archivos especiales que pueden ser muy útiles cuando las características del antepasado buscado coinciden con las de un determinado grupo social:

Archivos eclesiásticos.
Listas de pasajeros a Indias:
Certificaciones de los cementerios.
Crónicas
Archivos de entidades de gobierno

¿Cómo empiezo a buscar mis orígenes?

Recomendaciones sobre la información hallada durante la confección de un árbol genealógico Mantén los datos ordenados sistemáticamente porque puedes necesitar comprobar una información confusa y también porque te será muy satisfactorio poder facilitar esos datos a otras personas que estén avanzando por tu mismo árbol pero siguiendo alguna otra línea de parentesco.

Una forma de asegurarnos de haber guardado la información de forma exacta es fotocopiándola o reproduciéndola de alguna otra manera.

Es importante pedir copia literal, y no extracto, de la documentación que nos interese porque así obtendremos la mayor información.

No olvides anotar también las características de las fuentes de información y la forma en que llegaste hasta ellas. Esperamos que estos datos te sean útiles en este recorrido hacia tus orígenes. Estamos seguros que por el camino aprenderás mucho sobre ti mismo y podrás atar lazos familiares que consolidarán tu identidad además de ofrecerte la posibilidad de hacer nuevos amigos.

1.2 Ejemplarizar

Arbol genealógico previo

Apellido: Trejo

Origen: Extremeño.

Descripción de su Escudo de Armas: En campo de oro, un castillo de piedra acostado de seis crecientes ranversados de plata, tres a cada lado; todo sobre ondas de azur y plata.

Nombre: Héctor

Origen: Griego

Festividad: Sin festividad

Significado: Persona bien formada o también el que tiene firmamento . Que protege

Rasgos de personalidad: Asegura mucho su forma de expresarse, y para ello, se pertrecha con una sólida cultura. Curiosidad, inquietud sutil y perspicacia hacia los valores trascendentes o desconocidos. Le preocupa el alcanzar una elevación superior a la dada por la lógica. Le resulta difícil conseguir sus amores debido a un idealismo muy acusado. El ser tan idealista le facilita conseguir inspiraciones y concepciones elevadas.

Acusado interés por la justicia social.

Frente al medio cotidiano reacciona con mucha sensibilidad e impresionabilidad.

La pasión estética le hará tener cambios repentinos en su situación financiera.

Puede resultar una persona extravagante debido a su presuntuosidad unida a la exageración..

Características:

Es racional pero también emotivo. Tiene buen sentido del humor y es sociable. Le gustan los desafíos y siempre inventa nuevos proyectos. Es independiente y no le gusta la rutina.

Amor:

Es leal y muy protector con su pareja.

Conocidos y Famosos:

Héctor Berlioz (compositor francés)
Héctor Alterio (actor)
Héctor Olivera (director de cine)
Héctor Caballero (empresario)
Héctor Larrea (conductor de radio y TV)

Falta figura de arbol genealógico

1.2 AUTOBIOGRAFÍA

Aunque la palabra "autobiografía" es relativamente nueva —como manifestación literaria data de fines del siglo XVIII—, sin embargo, como expresión de la propia vida, en cuanto ella tiene de individual, la encontramos en la más remota antigüedad: los Comentarios de Julio César, aunque escritos en tercera persona; las Confesiones de San Agustín que "son una verdadera autobiografía, aun cuando preceden catorce siglos a la invención de esta palabra"; y más cercanas a nuestro tiempo, las Confesiones de Juan Jacobo Rousseau, quien desde sus líneas iniciales se hace eco de su integridad personal: "Yo quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de su naturaleza, y ese hombre soy yo".

Emprendimiento que llevó a término, con óptimo resultado, Georges May, catedrático de la Universidad de Yale, con su magnífica obra La autobiografía, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, obra en la cual podemos valorar su contenido crítico, histórico y reflexivo.

Concretando el tema objeto de su investigación, el mencionado catedrático puntualiza:
La autobiografía tiende a ser escrita en primera persona del singular y a adoptar un punto de vista retrospectivo, pero en su orden cronológico de presentación es con frecuencia modificado por la intromisión de las preocupaciones presentes o por las distintas obsesiones personales.
Y más adelante manifiesta:

Nada de sorprendente tiene eso, se dirá, por poco que se admita que la vocación de la autobiografía es en parte la de ser un reflejo de su autor, reflejo deformado e incompleto quizás, pero lo bastante fiel sin embargo para revelar la unidad irreductible de su individualidad...

En este punto, considero que incurriría en un pecado de lesa omisión al no mencionar ni ponderar el ensayo titulado Diarios, memorias y autobiografías de Mario Jursich Durán, que hace parte de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores. Se trata, sencillamente, de una esmerada investigación en la que hace gala de su erudición y de sus conocimientos literarios e históricos sobre la materia, particularmente, en cuanto hace relación con el discurrir autobiográfico de nuestro país. En este aspecto es certero en el análisis, preciso en la exposición conceptual y sumamente claro en el deslindamiento de los géneros afines al autobiográfico.

Al efecto, cuando hace la diferenciación entre memorias y autobiografías lo hace en esta forma:

Las memorias describen los acontecimientos de un individuo como portador de un rol social, mientras la autobiografía narra la vida de un hombre no socializado, la historia de su devenir y de su formación, de su crecimiento en la sociedad. Las memorias comienzan, en la mayoría de los casos, con el logro de la identidad o, lo que es lo mismo, con la aceptación de un rol definido, en tanto la autobiografía termina con la adolescencia o el principio de la madurez. En las memorias el autor queda tan indeleblemente sellado por el carácter de la vida pública que con frecuencia no se advierte ninguna fisura entre la peculiaridad psíquica del individuo y su trabajo... Grosso modo, las memorias se distinguen por el uso de pruebas documentales —citas de diarios, correspondencia, actas de gobierno, periódicos, obras del autor, entre otras—; la autobiografía, en cambio, se caracteriza porque da margen al recuerdo y a la fantasía... Donde más se advierte esta oposición es, sin duda, en la forma de narrar. En la autobiografía el privilegio recae sobre la fantasía; en la memoria, en cambio, sobre lo documentable...

El ensayo de Jursich Durán resulta de imprescindible consulta para los estudiosos e investigadores de los géneros antes señalados.

En conclusión, como bien podemos apreciarlo en las páginas que siguen, la autobiografía es el reflejo de la naturaleza humana; es el reencuentro con uno mismo; en fin, es el descubrimiento o la entrega del mundo interior de una persona.

Según May, "la autobiografía es quizás la forma literaria en la que se establece la más perfecta armonía entre el autor y el lector. En efecto, si es la necesidad de contemplarse a sí mismo la que incita por lo común al autobiógrafo a escribir, es esa misma necesidad la que incita también al lector. Inclinados sobre la espalda de Narciso vemos nuestro rostro, y no el suyo, reflejado en las aguas de la fuente".

Réstanos decir que a las autobiografías ya publicadas bajo el título La autobiografía en la literatura colombiana, se agregan otras, de cuantas infortunadamente se nos habían quedado en el tintero, o sea, en espera de su publicación. No obstante, dada su importancia y con miras a proporcionar o complementar una mayor información sobre el particular, creemos conveniente recordar, así sea de manera incompleta, las publicaciones que mencionamos a continuación; de carácter netamente autobiográfico, algunas; y otras, donde los rasgos personales afloran entre la descripción de largas memorias, crónicas o relatos, a saber:

Ejemplarizar

Primera Autobiografía: Juan J. Botero, Rionegro, 1896.

Media humanidad amanece

La memoria del hogar de mi infancia se presenta en dos experiencias distintas.

Una es la de las llegadas providenciales de mi padre. A veces llegaba de viajes largos. Llegaba rompiendo puertas, abarrotando la casa de regalos a veces de viajes cortos, por ejemplo de un día, pero siempre "llegaba", siempre de visita mi padre. Siempre con la provisión o la noticia.

Otra es la del círculo de complicidades de mi madre. Ella era cómplice o íntima de cada hijo en forma diferente. Cómplice, por ejemplo, para que tomara más de la ración prevista, a escondidas, cómplice para que jugara más de la cuenta.

En realidad había dos hogares, el del círculo matemal, cercano, que estaba abajo, en la base, en la sombra, y el que llegaba, el que venía de lo alto.

Las relaciones sociales en este hogar eran algo así como un acuerdo de sumisión o de sometimiento entre uno y otro espacio. Así que allí todos estábamos en paz porque creíarnos firmemente en el padre como Dios, o sea, en el padre providente al que se le debía todo, empezando por la vida.

Abajo, en la sombra, siempre ella, mi madre, en el círculo, con sus hijos satélites, al rededor, jugando a la libertad contra el poder paterno, ejerciendo su propio poder pero desde adentro.

Mi padre era el capitán del barco, el, que daba el rumbo. El que decidía de los cambios de sede. Era el poder desde afuera. Mi madre era el barco mismo. Su funcionamiento, su trasegar. Era el poder desde adentro.

Siempre pensé de niño o joven y ya hombre maduro inclusive, que el milagro del pan todos los días en la mesa, el "pan nuestro de cada día", el de la mesa hospitalaria, el milagro del techo que nunca faltó, nunca se durmió a la intemperie, ni en las épocas de más dura pobrecía. Siempre me parecía claro que toda esta providencia era creación de mi padre, que todo ello venía de lo "alto". Sólo muy tarde, construyéndome el edificio con todo rigor, haciendo una exégesis a fondo, viene a descubrir la verdad.

Mi padre era un buen padre, pero tenía el poder de fallar. Fallaba en la malas contra su voluntad, a veces, pero también eso podía ocurrir en las buenas. La que no tenía la opción de fallar era ella, la mujer-sombra, mi madre. Ella llenaba todos los baches, cubría todos los vacíos. Ella era el milagro del pan cotidiano en la mesa. No sólo porque guardaba en las bonanzas para los tiempos de las penalidades, sino porque también era fuente de ingresos, era modista, era hortelana y comerciaba.

Así eran las relaciones sociales en este hogar de los abuelos.

Era el hogar de género. Cuando se discutía en la mesa la vocación de cada cual, quién iba a ser ingeniero o médico o militar, cuáles eran las opciones futurzis, se entendía claramente que nadie estaba hablando de las hermanas, aunque fueran mayores, por una razón obvia: ellas no iban a ser, ellas no tenían vocación o proyecto humano. Ellas sólo eran. Eran eso, mujeres, eran género. No tenían designio, sólo tenían destino.

En los pequeños quehaceres de la cotidianidad también estaba siempre el signo del hogar género. Yo acompañaba al viejo en la cacería o en la pesca, o en la calle, mientras tanto mis hermanas hacían la casa, el aseo, la cocina.

Hogarvertical,hogarpiramidal,hogardegénero,el hogarde los abuelos.

Sin embargo allí estaba, en la sombra, el otro espacio, el del círculo matrístico, el de las complicidades.

A veces mi padre llegaba hasta él, lo bordeaba. Esto se lograba con el milagro del juego. El viejo jugaba de cuando en cuando, entraba al "círculo".

También a veces, en ausencias largas del hombre, la madre saltaba a la cúspide de la pirámide con carácter de vicaria o mayordoma, asegurando el esquema paterno y entonces era vertical y dura.

Hoy, ¡qué pena!, oigo decir, hoy se está derrumbando, fatalmente, ante nuestros ojos, de manera inevitable, el "hogar de los abuelos". Por ejemplo el valor de la autoridad paterna individual como eje ancestral del hogar, como relación dominante, se está desmoronando.

Este hogar de la mujer sombra, con todos sus valores del respeto, de la obediencia, del sacrificio, del destino eterno de la mujer, no tiene ya casi asidero.

Fue primero el libro el que llegó a la casa, el que trajo a la mujer el mensaje del afuera, del mundo. Ya mi madre era una lectora de novelas y fotonovelas. El libro fue el primero de los 46medios" que le disputó al varón, al padre, el papel de antena de la pirámide. Fue el primer rayo de luz que llegó hasta el "círculo" de mi madre. Luego vino el periódico. Recuerdo que mi madre y mis hermanas mayores se orientaban por el periódico para conseguir contratos de costura de pacotilla.

Después llegaría la bendición de la radio, que ya no requirió entrar por la puerta, con permiso o con cartero, sino que entraba por arriba, como historia de brujas, entraba por donde llegara el mensaje del afuera del cual había sido para siempre mi padre el único portador.

Así que ya no había una sola verdad en mi hogar, porque el dueño exclusivo del mensaje del afuera, en cualquier espacio humano, no tiene contradictor posible, él es la verdad en sí mismo.

Aparecieron dos verdades alternativas en mi hogar. Lo recuerdo exactamente por la voz de un líder que inauguró, en nuestro país, la construcción de un movimiento político a través de la radio. Era Jorge Eliécer Gaitán. Fue ésa la primera voz del afuera, del mundo, que llegó hasta el círculo de complicidades del hogar. Nosotros teníamos compañero en esa ocasión para alertamos de apagar la radio a una llegada no previst ' a del padre, ya que él no quería nada con esta herejía de su viejo Partido Liberal.

El hogar de los abuelos no estaba hecho para el mundo de los medios.

Le ocurre a este hogar lo que a las momias egipcias, encerradas por milenios en sarcófagos herméticos. Hay que tener siempre mucho cuidado, por ejemplo, al rescatarlas para el museo, porque, si les entra una brizna de aire, se desmoronan, se vuelven polvo.

Después de la radio vendría la televisión, pero ya sólo para completar el ciclo, para asegurar el carácter irreversible del proceso.

Durante cincuenta años de mi vida, desde que dejé el hogar de los abuelos, no he visto otra cosa sino cómo salía, cómo podía salir mi madre de la sombra.

Me ha correspondido vivir, por eso, quizás la aventura democrática más arriesgada y mayor de cualquier edad de la comunidad humana, el hecho de que media humanidad empiece a iluminarse, a darle de lleno la cara al sol, de que media humanidad amanece.


Segunda Autobiografía: Rodrigo Arenas Betancourt

Escultor de fama continental; humanista y escritor. Además de Crónicas
de la errancia, del amor y de la muerte (Ensayo autobiográfico), el maestro Arenas Betancourt publicó Los pasos del condenado (Bogotá, 1988) y Memorias de Lázaro, Instituto Caro y Cuervo (Bogotá, 1994), prólogo de Vicente Pérez Silva; obras, estas últimas, que contienen conmovedoras revelaciones del secuestro padecido por su autor entre el 18 de octubre de 1987 y el 22 de enero de 1988; al igual que hondas
reflexiones sobre el amor, el arte y la muerte.


Retrato de mi pueblo y de mi madre

Nací en el cerro del Uvital, al norte de Fredonia, en el suroeste de Antioquia, el 24 de octubre de 1919, como primogénito de una de esas ejemplares, irracionales, religiosas y prolíficas familias antioqueñas. El Uvital es un cerro de formación geográfica agresiva, como todo Fredonia, igual que Antioquia. La vida allí es penosa y miserable porque la tierra está negada para la agricultura. No se consigue nada para comer. La tierra está repartida entre pocos propietarios que no siembran sino café en unas partes y en otras dejan pastar sus ganados.

Todos trabajábamos con ellos, en sus fincas, como peones, por unos salarios misérrimos. En aquel lugar la naturaleza es bella, armoniosa, solemne y de una luminosidad cegadora. El espectáculo conmueve y a simple vista la vida parece que también es bella y tranquila; pero el hombre no tiene capacidad física o espiritual para superarse y gozar de aquel espectáculo. En ninguna otra parte el contraste entre la miseria, el abandono y el desamparo del hombre y la belleza y la amplitud del paisaje es más dramático y cruel que en estas regiones ecuatoriales. La miseria es telúrica, geológica, del génesis y no es la miseria social de las grandes ciudades, de los países evolucionados. Esta es una miseria sin redención, el drama del hombre que implora su postración de siglos ante divinidades crueles e indiferentes y ante una civilización estulta, regida por el dinero y el egoísmo.

Los domingos, mi madre nos decía: "¡Vámonos al filo a divisar!". En esta expresión tan sencilla está contenida la voluntad psicológica del antioqueño y está ya, configurado, todo mi mundo interior. Sentados en el filo, allá, en la parte más alta del Uvital, las horas transcurrían silenciosas y tranquilas. La vista se perdía en azules distancias infinitas. El corazón soñaba. Al frente de nosotros el "Cerro Bravo" de un azul profundo, cubierto de neblina, un poco más atrás, como un remedo del "Cerro Bravo" el "Cerro Tusa" y allá, al fondo, las crestas de la cordillera Andina. Al lado del "Cerro Bravo", Combia, con su cruz, abierta contra el cielo, Cristo Rey aún no estaba. Al pie de Combia, el pueblo, el reguero de casas rojas, como una alegoría de pesebre navideño. En el extremo izquierdo, las hondonadas del Cauca y, en el extremo derecho, los cerros donde están Titiribí, Armenia de la Mantequilla, Angelópolis, Amagá, El Pedrero. Desde entonces, una recóndita saudade, una misteriosa nostalgia me acongoja y carcome, y una sed insaciable de remotos horizontes me taladra el corazón. Nostalgia y saudade congénitas, consubstanciales al existir, principio y fin de los primeros actos así como de la creación y los viajes en los años maduros.

Hablábamos de muertos y aparecidos, de viejos recuerdos familiares, de lo ingrato de la existencia, de las dificultades para conseguir el pan de cada día en los cafetales y en medio de aquella naturaleza bella, pero cruel y despiadada. Los cerros se teñían de rojo, del rojo del sol de los venados. Las nubes, los arreboles, se hacinaban en tropel en el horizonte y pienso que, desde aquel entonces, mi espíritu estuvo impactado para imitar las nubes, su ingravidez, su frágil profundidad.

La noción de la vida entre mis parientes campesinos es dramática y pesada... vida muy rudimentaria, sin alicientes sociales, culturales o espirituales para gozar de la existencia. Viven sólo para morir. La vida está ensombrecida por la obsesión de la muerte y del castigo eterno. Muchos de mis parientes son todavía analfabetos. Tienen entre ellos éxito los curanderos, los yerbateros, los adivinos, los magos, toda esa laya de explotadores de la ignorancia y de la buena fe. Para ellos la naturaleza, la noche, el agua, el aire, los árboles están poblados de fantasmas, de endriagos, de íncubos o súcubos, de brujas y duendes, aparecidos y espantos. Son animistas y en virtud de ello, todos los seres están poseídos por espíritus del mal. El menor signo: el canto del gallo, el trino del ave, alguna voz en la noche, el ruido del fuego, el tronar de la madera, la fosforescencia de las raíces o la persistencia de algún insecto son señales de desgracia y casi siempre de muerte. Algunos de mis parientes se han convertido en propietarios de grandes extensiones de tierra; pero no han salido de su condición de hombres primitivos, sin idea del alfabeto, de la cultura y de la civilización. Mi padre, por esas intuiciones propias de los seres sensibles, siempre quiso que nos fuéramos de aquel lugar y para ello hizo sacrificios inenarrables.

Mi mundo está visto a través de los ojos azules y límpidos de mi madre que es una mujer campesina, cósmicamente religiosa, de temperamento inflexible y con una resistencia masculina para el trabajo, que se empeñaba en enseñar a leer a los humildes. La noción que tengo del sufrimiento, del llanto, de la angustia, la aprendí de ella, de su inmensa disposición para sufrir la adversidad. Desde entonces, para mí el mundo es, como para ella y por ella un verdadero valle de lágrimas y un congojado peregrinar hacia la muerte. Desde entonces sé, también, que no existe otro consuelo sino el amor, sé que por el amor vivimos, sé que por el amor sufrimos, sé que por el amor el espíritu arde, sé que por el amor estamos ligados a todos los seres y a todas las cosas. Mi madre está unida a todas mis experiencias de Fredonia. No puedo, no podré nunca, olvidar su imagen cuando en medio de la noche cerrada recorría los caminos de la montaña, llevando en brazos el cuerpo de mi hermana enferma, en busca de las medicinas naturales; la sangre caliente del novillo, las vísceras palpitantes y las plantas aromáticas. En medio de la noche campesina, poblada de espíritus, de arcanas voces, yo sentía morirme de miedo, mi madre estaba imperturbable y tranquila. No he visto una energía mayor acumulada en un cuerpo tan pequeño y frágil. La imagen de mi madre, en esas noches, es para mí, la representación de la vida en lucha con la muerte. La suprema y bella configuración de la esperanza. Si algo aprendí de mi madre fue la tenacidad, la fe, la seguridad en sí misma. Con estas armas he caminado por el mundo, llevando una hirsuta bandera vegetal y un arisco espíritu que busca reproducir en imágenes la vivencia del "Cerro Bravo".

Mediante esfuerzos sobrehumanos de mi padre fuimos a parar al pueblo. La vida en él era igual de difícil que en el campo. Había entre los desheredados tanta hambre como en el campo. No era aquel el paraíso de la justicia. Los hombres estaban sometidos a tres o cuatro señores del pueblo por medio de deudas, de compadrazgos y de arrendamiento en las fincas y en los almacenes. Los motores sociales fundamentales eran la religión, la política (la violencia), el dinero y el amor. El pueblo empollaba bajo las vigilantes torres de la iglesia. Los hombres tenían poco que hacer y se dedicaban al alcohol, al ocio y a las rameras. Cuando empecé a crecer el pueblo estaba dividido en castas. Familias "buenas" y "malas". Familias "bien" y ricas, familias "malas" y sin nada que llevarse a la boca. Era, para mí, un espectáculo conmovedor ver los gamonales cargando el palio, tan circunspectos y tan cerca de Dios y del padre eterno. Mi padre hubiera manchado el palio si lo llega a tocar. Yo aceptaba que aquél era un lugar que les pertenecía por designio y disposición carismáticos. Estos buenos gamonales ejercían, en forma absoluta, el poder en mi pueblo.

La masa, la inmensa masa, éramos las familias pobres, "malas", astronómicamente numerosas, que buscábamos el alimento, como un ejército de hormigas, saqueando los cultivos y mendigando en las fincas. La miseria en Fredonia se debía a la injusticia en el reparto de la tierra y a la ignorancia y puede que también al hecho de que todos queríamos llegar a ser gamonales por medio de la providencia divina. Las gentes de Fredonia no tenían recursos materiales y culturales para explotar la tierra.

Sufrí mucho y fui feliz. La miseria no era como para echarse a llorar. Conocí la vida en toda su agria magnitud. Una de mis hermanas murió una noche, en mis brazos. A mis hermanos enfermos yo los cuidaba. No guardo ningún rencor. He comprendido, en la juventud, el corazón de la duda, del dolor y de la desesperanza.

Cuando me fue posible, inicié el éxodo como remedio a todos estos males. Ahora entiendo que se debe a las malas circunstancias en que viven las familias campesinas, la heroica fuerza migratoria de los antioqueños. Recuerdo aquellas caravanas de campesinos que partían, con sus muy escasos bienes, hacia el Cauca Arriba. Todas las muchachas que se robaban se las llevaban para el Cauca Arriba, decían mis padres. Algunos venían del Cauca Arriba, como maestros del juego "al arma". Se trataba de la leyenda del Dorado en el Valle del Cauca, en el Quindío, en el Risaralda. Cansados con la miseria, en las lomas, los antioqueños, decidieron bajar a los valles.

Me tocó en suerte darme cuenta de mi existencia y por ende de la de Fredonia, en el momento mismo en que la civilización se iba metiendo por esos vericuetos a golpe de esfuerzo y de audacia. Me tocó ser testigo de la llegada del primer automóvil. Vi cómo crecía la línea de tierra que llevaba a Palomos el ferrocarril. Oí, al lado de mi tío, el ruido infernal que producía el primer avión que paso por sobre Fredonia. Viví aquel momento de los primeros gramófonos, de las primeras cámaras fotográficas y de los primeros radios.

He visto a Fredonia desde los abismos del sufrimiento y desde los júbilos del sueño. He conocido a Fredonia persiguiendo los sueños en la infancia, cazando las ilusiones en la adolescencia y buscando a Dios, los ojos de Dios, en sus criaturas. En Fredonia añoré al mundo; en el mundo, añoré a Fredonia. Para mí, la patria, la inmensa patria, es tan grande y pequeña que cabe en un dedal. Es ese pequeño pedazo de tierra al cual puedo asimilarme como ceniza o rescoldo fulgurante. La patria es ese paisaje que vive en mí como recuerdos, vivencias, amor transubstanciado, leves susurros vegetales, agridulce nostalgia y perpetua actitud de rebeldía.

Rodrigo Arenas Betancourt.
México, D.F., Axotla, marzo de 1962.


Tercera autobiografía: Jorge Arturo Delgado

Prefacio

No es mi intento escribir una detallada biografía, ya que tal trabajo requiere, como condición necesaria, vida y apenas ha corrido un tercio de la mía, a juzgar por la generalidad de las vidas; ora porque tal empresa requiere dotes y tiempo, mas aquellas no me bastan y éste me falta. Tan sólo en cumplimiento de un deber, presento este mal pergeñado boceto esperando indulgencia tanto por mi reconocida incapacidad como por ser nuevo para mi tan delicado género.

Mas como debe ser completo, hasta donde sea posible he trazado, aunque a grandes rasgos mi personalidad humana, con sus cualidades y defectos. Mas como aquéllas sean poquísimas y éstos muy abundantes, alzo apenas el velo, pues hombre soy y me es difícil desprenderme de la naturaleza, flaca por demás.

Delicada y penosa es la tarea de historiador y crítico, ¿cuánto más siendo uno mismo materia y autor? Con todo, trataré de cumplir honradamente con esta labor.

Recibid, pues, jóvenes colegas, este modesto ensayo, como muestra del cariño sincero que os profeso, y del interés vivísimo que me anima en favor de tan querida y útil sociedad.

Dicho lo que precede entro en materia.

CAPITULO I

Vine al mundo en virtud de una ley inmutable de la cual no está excluido ningún mortal, nacido de mujer; y abrí los ojos a la luz del día, a los veintiuno del mes de abril del año de gracia de 1880, en una casa alta del barrio de Santa Bárbara, en esta coronada Villa del Aguila negra, hoy Bogotá.

Fueron mis legítimos padres el Sr. general Didacio R. Delgado, natural de Cali, y la señora doña María A. B. de Delgado, oriunda del valle de Neiva. Por la línea paterna desciendo del capitán Juan Mª Delgado, de las milicias del Rey de España; y por parte de madre, del capitán Gral. de los Comuneros D. Juan Francisco Berbeo. De modo que corre por mis venas, al par de la sangre blanda y apacible de los hijos del "Valle de María", la fogosa de los ardientes moradores del Tolima. Y unida con la azul de los hispanos, la limpia de los hijos de la tierra.

Mi retrato físico, al presente, es como sigue: pequeño, casi microscópico a decir verdad, a pesar de mis veintitrés abriles. Cargado de espaldas, blanco, frente ancha y despejada, facciones marcadas, cabello onduloso, ojos carmelitos y maliciosos, al decir de algunos, boca pequeña sombreada por incipientes bigotes, de buen porte, y por el favor de Dios, de agradable talante, con salvedad de la modestia. Mi persona moral me preocupa más que la física, pues anda allí tan mezclado lo bueno y lo malo, que es tarea ardua atinar dónde se halla lo uno y dónde lo otro. Con todo, no habiendo ser es absolutamente malos, ni totalmente buenos, he aquí cuanto alcanzo a barruntar.

Fondo bueno; costumbres sanas aunque en la parte truhanesca que compete a mis años y pasiones, que en verdad sea dicho, son fuertes. Sólida educación moral y religiosa. Carácter bondadoso, aunque por lo mismo débil y ligero. Temperamento linfático nervioso que excita en mí naturalmente tendencias melancólicas y pesimistas. Apasionado por lo bello, en cualquier forma que lo encuentre; y un tanto susceptible y orgulloso. Por la gracia de Dios no soy negado, aunque ingenuamente confieso que no soy un genio, ni muchísimo menos. Tampoco un Pico de la Mirándola, pero no del todo me falta la memoria. Poco o nada erudito aunque instintivamente inclinado al estudio. En fin un joven de esperanzas y pata.

Mi infancia, como la de la mayor parte de los colombianos, fue tranquila pero oscura, pues la casa solariega, modesta desde las más remotas generaciones, se trasmitió casi lo mismo de padres a hijos, salvo cortos períodos de aumento, y otros más numerosos de mengua en los haberes, ya por malos manejos de la hacienda, ya a causa de nuestros saqueos políticos. Así, pues, según lo que dejó apuntado, no fueron mis primeros años días de vida regalada; máxime cuando a lo dicho vino a unirse la temprana muerte de mi padre; que por ser conocida de casi todos por una parte, y traer dolores muy profundos a mi memoria por otra, no relato.

Merced a los esfuerzos de mi madre, en cuyo regazo aprendí a orar y a leer, fui colocado en la escuela, donde con palmeta en mano aprendí los rudimentos de los diversos departamentos científicos, que años más tarde debía explorar de nuevo. Crecido que hube, y capaz ya de hacer el curso preparatorio, tomé matrícula como externo en el Colegio de "Colón", a órdenes de D. Víctor Mallarino. Seguí allí el curso escolar durante los años de 1893 y 94 con las alternativas propias del estudiante. Allí, bajo la férula de estólidos pasantes, pasé dos años larguísimos, sin ganar más que las buenas lecciones de urbanidad y práctica cristiana, dadas por el citado rector.

Por una feliz inspiración me hice matricular en el Rosario como externo, el año de 1895, después de nuestro trastorno político de aquella fecha, en la cual, por favor del cielo, no tomé parte.

Tan pronto como mis plantas pisaron los claustros de aquel Colegio dos veces secular, un nuevo espíritu informó mi vida. Las sabias lecciones de su ilustre Rector, su genial bondad, su corazón de padre, dieron rumbo a mis ideas, desarrollando en mí el amor a las letras clásicas, alma máter de tan venerando plantel. Poco después fui admitido como Oficial; y según lo previenen las sabias constituciones del fundador, serví la sacristía en cambio de la merced concedida, puesto que desempeñé por dos años escolares.

En el año de 1897, más entrado en años y con mayor acopio de juicio, vestí "la beca de Colegial de Número" de tan ilustre instituto. Ya entregado a serios estudios, cambiado de niño en joven, y sobre todo apoyado por mi ilustre bienhechor, vislumbré un nuevo panorama, descubrí más amplios horizontes. Y ya, fuera de mi madre y de mis mecenas, aparecen en el cielo de mi vida dos astros más: la amistad y la poesía. Allí, al calor del hogar estudiantil, nacieron aquellas deidades. Mas, para buscar el origen es necesario retroceder unos años. En el año de 1896 entró al Colegio el que más tarde debía compartir conmigo penas y placeres, triunfos y decepciones. Andando los días vino a ser mi compañero, mi amigo, en fin, mi fidus achates, Rafael Escobar Roa; tal su nombre. A su contacto, como brota frutos la tierra al beso primaveral, surgieron en mi alma los primeros gérmenes de la poesía; los primeros brotes de un nuevo astro, es decir, el amor. Rafael me inició en la ciencia delicada de la poesía; espíritu inteligente, despertó en mi alma un mundo adormecido, que palpitaba vigorosamente debajo de aquella entonces delicada envoltura. En aquellos inolvidables claustros dejamos volar el alma por nuevos y desconocidos espacios. Menor que yo, pero mejor dotado y con mayor visión intelectiva, vislumbró el Parnaso; y a la manera de Mentor emprendió hacia allá su marcha, conduciéndome de la mano. Pero yo, fácil es comprenderlo, quedeme en mitad del camino, en tanto que él, caballero en el Pegaso, llegó a las puertas de la augusta mansión de las musas, recogiendo el merecido ramo apolíneo.

La poesía, sin embargo, tiene por antecedente el amor, y mi lira tenía cuerdas aptas para ello. Canté entonces con inspiración naciente, pero con el fuego y el candor de un joven de 15 años. Las poesías de aquella época, eróticas o descriptivas, son malas, casi pésimas. Pero sinceras, originales, sentidas. Al decir de una célebre escritora, "el amor, que es una historia en la vida de la mujer, es un episodio en la del hombre". Con todo, no creo en la existencia de muchos amores. El amor es uno, como es una su fuente, aunque sí se nos manifiesta bajo múltiples formas. En mi vida de amante hay páginas muy bellas, y entre éstas, dos, que por su alta estima dejo en blanco. Ellas duermen en el corazón.

Aparte de estas dos momentáneas aproximaciones del ideal, y del sagrado amor materno, he sentido amor, mejor diré, me ha parecido hallarlo, ya en una morena guapa, de negros ojos y andar de diosa, ya en "una rubia soñadora", de ojos dulces y alma de cielo. Pero ellas no fueron sino símbolos de ese ideal que busco y se me esconde. Hoy por hoy, y con el mismo amor que sentí por la morena y la rubia, amo los libros y en ellos bebo lo que ellas ya no escancian para mí. En ellos descubro nuevos rumbos, y tras el velo negro de la ignorancia, descubro un nuevo cielo, donde, en región de luz, flota esa virgen de mis sueños, Ella.

Estos cinco años pasados en los claustros del Rosario, forman la página más bella de mi existencia asaz voluble y de mi suerte un tanto ingrata.

CAPITULO II

Estalló la nefanda guerra del año 1899, y con 19 años a cuestas, tomé servicio en las fuerzas legitimistas a órdenes del Gral. Henrique de Narváez como Sgto. 1º del Escuadrón 1º de Bogotá. Hecho más tarde alférez del citado cuerpo, asistí a una expedición bélica sobre Une. Más tarde estuve en Villeta con el fin de custodiar el cuantioso parque, que en esos días debía ser conducido a la capital. En marzo de 1900 fui enrolado con otros camaradas en el batallón 2º de Granaderos, y después de servir en la capital por más de un mes las guardias de plaza, en calidad de Teniente Ayudante, salí por fin a hacer una campaña verdadera. No entraré en detalles, pues, sobre inútiles, son enojosos.

A órdenes del Gral. Salgar hice las campañas del Tolima, Cundinamarca y parte de la del Cauca. Estuve en varios hechos de armas sufriendo las penalidades que éstos traen consigo, y corriendo los peligros que son propios de tales empresas.

Durante los meses de campaña fui ascendido primero a Capitán y luego a Sgto. Mayor, grado en que me fosilicé, por la gracia de Dios.

Enfermo y fatigado dejé el servicio, y con mis letras de cuartel torné al suelo patrio, después de un año, o poco menos, de ausencia.

En este año (1901) formé parte de la "Sociedad Bécquer", en la cual ocupé el delicado cargo de tesorero. En ella emprendí una nueva campaña, no menos dura, pero sí más hermosa que la de nuestras vandálicas guerras fratricidas. La campaña del periodismo: agosto de 1901. El Fénix fue mi lisa, y si no salí bien librado, al menos me hice conocer. En 1902 marché a Chocontá como secretario del Prefecto, puesto que desempeñé hasta mediados del año. En junio regresé a Bogotá, y al par de subjefe de una oficina del ramo de correos, seguí como externo el curso escolar, en el restaurado claustro rosarista. En agosto del mismo año colaboré en La Idea, último esfuerzo periodístico de la inolvidable "Sociedad G.A. Bécquer". En octubre del año citado fui inscrito en el rol de los miembros de la [Sociedad] "Arboleda", honor que tengo en alta estima, siendo al presente miembro activo de dicha corporación. En noviembre del año en cuestión, recité’ públicamente en desempeño de comisión que se me confió por la Sociedad, en el Salón de Grados.

Pasé los asuetos de tal año en una finca de la Sabana, sin que me ocurriese nada digno de mención. En febrero del presente año (1903), como representante de la ilustre Sociedad, mentada atrás, recité por segunda vez en el parque de Santander, con motivo de un meeting organizado en favor "de la santa infancia". El 15 de febrero torné de nuevo a los inolvidables claustros del Rosario, a fin de oír leer las lecciones de último año del doctorado de filosofía y letras.

Y al presente, en verdad sea dicho, debido a mi consagración al estudio, no solamente tengo el alto honor de contarme entre los hijos del Rosario, sino que desempeño los honrosos cargos de primer inspector de internos y profesor de primer año de latinidad.

Hasta aquí lo que ha corrido de mi existencia; lo que está por venir sábelo Dios. Quiera El depararme algo bueno, aunque de ante mano acato su sacra voluntad. Allá, muy lejos, bajo un velo oscuro, vislumbro el resplandor desvanecido de otra aurora. ¿Abrirá un nuevo día para mí? ¡Quién sabe! Empero, sigo sin trepidar mi viaje. ¡Excelsior!


Cuarta autobiografía: León de Greiff o el León: Autorretrato

Et que je sois absous pour mon ame sincere
somme le fut phryne pour son sincere nu. J.L.

Yo estoy solo, yo estoy en mí cautivo.
Todo está en mí... Y en mí no encuentro nada...
¡Sombra ilusa! ¡Entidad galvanizada!...
¡Y a duras penas vivo!
Soy ilógico. Vivo en un sueño. Boga
mi fastidio en un mar de olas de plomo...
Y, si a sus ojos pérfidos me asomo,
¡la esfinge me interroga!
Yo soy triste. Fatal el sino marca
mi discurrir por una esquiva senda;
nada veo: ¡y mi vista todo abarca,
a pesar de mi venda!
La locura en su círculo macabro
con femenil empeño me recluye...
Soñador... Algún loco ensueño labro:
¡Y el ensueño me huye!
Yo soy estrafalario y soy abstruso:
soy altanero y soy sencillo; ¡y llevo
—para reír— un gesto antiguo y nuevo
de Diógenes al uso!
Desdén; risa... sí todo es falso... ¡Todo!
Todo verdad. Todo existe y no existe...
Yo sólo sé que voy como un beodo
de beber vino triste...
¡Pierrot! ¡Juglar! ¡Payaso de mis penas,
bajo el azur de universales climas,
lloro la carcajada de mis rimas
sarcásticas y amenas!
¡Contradictorio y vario! ¡Triste, irónico!
¡Pobre mimo! ¡Quijote de tinglado!
¡Muñeco de un guignol disparatado!
¡Coplero gris y afónico!
Estoy solo... ¡Estoy loco! Vasta sombra
ciñe mi soledad que ya delira!
Mentira... ¡No estoy solo!... ¡Ella me nombra,
y en sus sueños me mira!

León de Greiff o El León: Autorretrato, en Suplemento Literario
de El Espectador, Bogotá, septiembre 23 de 1926, p. 1


1.3. GEOGRAFÍA HUMANA

Este concepto poco conocido en el aspecto de la literatura tiende a confundirse con las ciencias sociales y hace referencia a “la ciencia que tiene por objeto el estudio de los fenómenos que se dan en la superficie terrestre, entendiendo por tal el espacio formado por las masas sólidas, líquidas y gaseosas y ocupada por seres vivos. Según se analice en general, o por su interrelación en un espacio o región determinado, la Geografía suele dividirse en dos ramas: la geografía en general y la geografía regional. A su vez, la geografía regional se subdivide en física y , que estudia el clima, el relieve, la hidrografía y los mares; biogeografía, que investiga la distribución e influencia de los seres vivos; geografía humana, que trata de todos los hechos en que interviene el hombre.

Partes especializadas de la geografía humana son geografía la social, que estudia la localización, distribución, densidad, estructuración, vitalidad, conocimiento técnico, etc de las comunidades humanas; la geografía económica, dedicada a la investigación de la producción y distribución de las riquezas naturales e industriales, los medios de transporte y comunicación , las fuentes de energía, la organización laboral; la geografía del paisajes, que trata de determinar los diferentes aspectos de un lugar determinado en un momento dado, y la geografía matemática, ocupada en el conocimiento de la forma, dimensión y movimiento de la tierra y en la representación de ésta en mapas (cartografía) (Cfr. Diccionario Enciclopédico Océano).

Precisamente sobre la base de la geografía humana es donde vamos hacer mas eco. Son nuestros hechos donde intervenimos los que tratamos de recoger a partir de un proceso de investigación. Pero ello no se logra si no nos situamos dentro de un espacio geográfico social. Entiéndase bien el referente de la Geografía social y sus implicaciones en el contexto de mi autobiografía. Sin embargo el referente de una geografía física es fundamental pues nos permite saber dónde?, el lugar, la tierra, la heredad, etc. Miremos un ejemplo d e geografías humanas contadas en autobiografía.

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Texto tomado de la autobiografía de Rodrigo Arenas Betancout

“Los domingos, mi madre nos decía: "¡Vámonos al filo a divisar!". En esta expresión tan sencilla está contenida la voluntad psicológica del antioqueño y está ya, configurado, todo mi mundo interior. Sentados en el filo, allá, en la parte más alta del Uvital, las horas transcurrían silenciosas y tranquilas. La vista se perdía en azules distancias infinitas. El corazón soñaba. Al frente de nosotros el "Cerro Bravo" de un azul profundo, cubierto de neblina, un poco más atrás, como un remedo del "Cerro Bravo" el "Cerro Tusa" y allá, al fondo, las crestas de la cordillera Andina. Al lado del "Cerro Bravo", Combia, con su cruz, abierta contra el cielo, Cristo Rey aún no estaba. Al pie de Combia, el pueblo, el reguero de casas rojas, como una alegoría de pesebre navideño. En el extremo izquierdo, las hondonadas del Cauca y, en el extremo derecho, los cerros donde están Titiribí, Armenia de la Mantequilla, Angelópolis, Amagá, El Pedrero. Desde entonces, una recóndita saudade, una misteriosa nostalgia me acongoja y carcome, y una sed insaciable de remotos horizontes me taladra el corazón. Nostalgia y saudade congénitas, consubstanciales al existir, principio y fin de los primeros actos así como de la creación y los viajes en los años maduros...

...He visto a Fredonia desde los abismos del sufrimiento y desde los júbilos del sueño. He conocido a Fredonia persiguiendo los sueños en la infancia, cazando las ilusiones en la adolescencia y buscando a Dios, los ojos de Dios, en sus criaturas. En Fredonia añoré al mundo; en el mundo, añoré a Fredonia. Para mí, la patria, la inmensa patria, es tan grande y pequeña que cabe en un dedal. Es ese pequeño pedazo de tierra al cual puedo asimilarme como ceniza o rescoldo fulgurante. La patria es ese paisaje que vive en mí como recuerdos, vivencias, amor transubstanciado, leves susurros vegetales, agridulce nostalgia y perpetua actitud de rebeldía.”


1.4 BIOGRAFIA

"Es, sencillamente, la historia de una vida. Nos relata los acontecimientos de una persona desde su nacimiento pasando por su infancia, adolescencia, servicio militar, guerras vividas, estudios realizados, su vida profesional, su matrimonio, hijos y sus logros más destacados. Además de una serie de anécdotas, recuerdos, viajes y momentos felices. Es la herencia más preciada que podemos legar al mundo y, principalmente, a nuestra familia. Una biografía preserva una vida en su totalidad, estableciendo un puente entre las generaciones con nuestros nietos, bisnietos, inculcando en ellos un sentido de orgullo y pertenencia".
http://www.biografiabiografia.com/QueesunaBiografia.htm

Las preguntas de la biografia se remiten a los principales acontecimientos de los dias, meses, años. Se resalta lo más importante o trascendente de la vida. Es lo mas relevante y significativo que los otros puden conocer.

No sisrve por ahora este ejemplo, mas adelante puede aparecer la autogiografia del profesor Hector Trejo. Por ahora nos sirve de ejmplo de un hombre que admiro y admiraré toda mi vida:

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Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.

Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.(Cita al pie tomada de:

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http://www.vatican.va/news_services/press/documentazione/documents/santopadre_biografie/giovanni_paolo_ii_biografia_breve_sp.html